En el punto más bajo de nuestra autoestima, en el
momento más crudo de nuestra existencia, solemos poner en duda nuestra valía,
nuestra utilidad como personas, el sentido de nuestra existencia, la razón de
ser de tanto esfuerzo, la fragilidad de nuestras relaciones, la intrascendencia
de nuestras vidas…en fin, nos llenamos de motivos para no seguir, para renunciar…
para simplemente desaparecer.
Es por eso, que mientras algunos recurren al suicidio
agobiados por las penas, otros terminan convirtiéndose en zombis que sólo se
limitan a concurrir sin incidir, a estar sin figurar, a hablar sin conectar…a
vivir sin existir.
Según estadísticas de la OMS cada año se suicidan en el
mundo 800.000 personas, pero no hay estadísticas sobre aquellos que han renunciado
a existir, los que malgastan su vida esperando con impaciencia el fin de sus
días.
Y es una pena, porque cada ser humano es excepcional y tiene
dentro de sí potencialidades y fortalezas que aún desconoce, pero que siempre
han estado allí, a la espera de ser explotadas.
El mensaje que queremos dejarte hoy amable lector es que, dentro de cada uno de nosotros, no sólo hay un universo de posibilidades para reinventarnos, sino que el mismo universo con su grandeza y poder, late dentro de nosotros. Por eso, dejar de existir no es una opción, rendirse no es una alternativa y descubrir dentro de nosotros el potencial para hacer aquello que nos llena de paz y felicidad es una obligación, no sólo para con nosotros mismos, sino para con la humanidad entera.